domingo, 16 de enero de 2011

Cogito ergo zoom




Bueno, Luna, tenemos que ser cautas.

Escribimos como quien se observa en un reflejo y reconoce los trazos difuminados de algo ajeno y ligeramente familiar. La música recorre mi pecho, mi garganta y maniobra a su gusto cada una de mis articulaciones. ¿Alguien puede decirme dónde he dejado la cordura? Los sintetizadores son mi mente, mis pensamientos recreados de forma simultánea y sin ningún tipo de orden, prioridad, jerarquía o escalón. Todo es igual, todo es lo mismo, todo es el centro del fin del inicio de lo que se pierde cuando se busca. Me entretengo contando cada una de las rayas, las manchas verticales, las grietas o lo que sea que esté en las maderas del piso: en cada una de ellas -sospecho- se encuentra otra cantidad infinita de polvo depositado allí a causa de las personas que, en el mismo estado que yo, se pusieron a contar las malditas cosas que ni siquiera tienen nombre.

La música no va a finalizar aquí, ni mucho menos ahora: la música está en todas partes, la música es como la materia y no se crea ni se destruye. A todos los retrasados emocionales que quieran seguir con el cliché de "sólo se transforma", les tengo una noticia levemente azucarada: hoy es domingo. Los hachazos del viento van mutilando mi nuca: todos son gélidos, ácidos y levemente centellantes.

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