miércoles, 2 de febrero de 2011

Adriana



Adriana me habló de la ouija; yo le conté acerca de las Cruzadas y la Edad Media. Vimos "The Danish Poet", y luego conversamos acerca de la necesidad de impedir el asesinato de ballenas en el mundo. A pesar de sus ¿9? ¿10? años, me encantó charlar con ella y compartir un par de ideas sobre ciertos temas que, ordinariamente, no llegan a aflorar cuando tengo conversaciones con personas mayores o de mi edad.
La miro detenidamente: sospecho que no lo percibe, pues sigue narrando cómo es que ella y mi prima estuvieron en presencia de un alma en pena. Es muy linda: tiene rasgos delicados y armoniosos, cabello negro ondeado y la piel de una tonalidad canela suave. Cada vez que abre la boca para decir algo, su pequeña (y bonita) nariz se contrae, sus labios se curvan y una chispa momentánea recorre el negro oscurísimo de sus ojos. Aparenta una inocencia que contrasta terriblemente con una mentalidad crítica y lúcida, una determinación de hierro y la fuerza oculta en unas maneras serenas y afables.

Poco después de enseñarle una pintura ("The Triumph of Death"), vienen a recogerla. Me despido de ella, cierro la puerta con firmeza, y pienso en cómo demonios puede ser posible que una criatura de su edad pueda dar tanta calma a alguien que (como yo en esos instantes) estaba a punto de colapsar. Mientras seguía perdiéndome en algunos pensamientos de ese tipo, escucho pequeños golpecillos que provienen de la puerta: es ella, quien ha olvidado su casaca. Al momento de despedirse, me mira a los ojos (una mirada que, por desgracia, pude interpretar) y me dice: "Ya es tarde".
Un escalofrío me recorre la espalda. La miro (una mirada que, por desgracia, ella puede interpretar) y observo cómo se va, sin decir nada más.

Puedo jurar que, en esos instantes, vi/supe/leí/oí/sentí/percibí la corriente simultánea de sus pensamientos, pero sólo lo que ella permitió. Me trastornó saber que alguien pueda ocultar algo, aún cuando se la mira a los ojos y ve/sabe/lee/oye/siente/percibe más allá de sus palabras.

Un par de horas más tarde, recibí una noticia espantosa.

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